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El cauce de sentir: entre lágrimas, movimiento, palabras y trazos

Lunes 10:15 am. Después de una sesión intensa de Barre, salí de bañarme y, al tomar mi celular, vi una notificación de mi amiga. Suspiré aliviada… hasta que descubrí que era su hijo quien escribía, con una noticia que detuvo el tiempo.


Así comenzó una semana de emociones profundas: más noticias de partidas, procesos personales y una ola de sentimientos que me invitaron a mirarme por dentro.


¿Qué hago cuando la vida me confronta con lo inesperado?

He aprendido que transitar las emociones es un proceso, no un destino. Para mí, sentir no es pensar; es permitir que pase por el cuerpo y que lo que duele fluya y encuentre su cauce.



journaling, escribir tus emociones


Cauces hay muchos, y cada uno tiene los suyos. Para mí, a veces es llorar: soltar sin reservas. También poner música que vaya con el "mood" y dejar que el cuerpo se mueva hablando por el alma. Otras muchas veces, es escribir, no para obtener respuestas, sino para soltar y ordenar lo que pesa en el corazón. Escribir me permite escuchar mis pensamientos fuera de mi mente y tomar perspectiva. Además ,con los minutos, aparecen verdades, esas que ni siquiera sabía que estaban ahí. Y después llega la sabiduría de mi alma que aparece cuando las historias y creencias se desvanecen. También hay ocasiones que dibujo, porque a veces, ese silencio y presencia que se requieren con el lápiz es lo que me permite regresar a mí y salir de las historias a las que la mente me quiere llevar.


Con cada partida, llegan la introspección y la perspectiva. He comprendido que no solamente es la cercanía con quien parte lo que duele, sino el instante en que la noticia nos toca el alma. Y en ese proceso, he descubierto que no se trata de borrar el dolor, sino de darle voz.


También recordé lo valioso que es conocerme. Como manifestadora en el diseño humano, sé que el enojo es mi señal de que he perdido mi centro. Estos días lo sentí, y quienes lo resintieron más fueron mis hijos. Pero esta vez, en lugar de pelearme con el enojo, hablé con ellos. Les compartí que


no era la situación, sino lo que yo llevaba dentro.

Como suele ser casi siempre. Reconocerlo me mostró que, aunque ya había transitado parte de mi sentir, quedaba más por liberar.


No te voy a decir que esto “cura” o que lo tengo resuelto, porque no es así. Pero he sentido que cuando le doy voz a mi tristeza —con lágrimas, movimiento, palabras o trazos—, algo se suelta y no se queda atorado adentro. Y a veces, ese simple acto me ayuda a ver lo que hay debajo del dolor: amor, gratitud, y, en esta ocasión, la certeza de que nuestra conexión con quienes amamos va más allá de la presencia física.


Así que, si hoy alguna emoción pesa en tu interior, te invito a darle un cauce si lo sientes necesario después de transitarlo por tu cuerpo. Llorando, moviendo tu cuerpo, escribiendo, creando… a tu manera.


No para resolver, sino para liberar.

Porque sentir es humano, y permitirte sentir es parte de tu camino de regreso a ti. Y desde ese espacio, desde tu esencia, podrás elegir cómo avanzar, si la vida te pide acción.


¿Y tú? ¿Qué espacio le das a tus emociones?

 
 
 

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