Sanar a Mamá, Volver a Mí
- 4 may
- 4 Min. de lectura
En vísperas del Día de la Madre, me nace escribir sobre algo que va más allá del festejo. Más allá del desayuno en la cama, las flores, o las frases hechas que a veces repetimos sin sentir o en piloto automático.
Hoy quiero hablar de mamá como algo más profundo: como nuestro primer contacto con lo femenino.
Y de lo mucho que, sin darnos cuenta, nos podemos desconectar de eso.
Porque aunque enaltecemos el papel de la mujer, aunque hablamos de empoderamiento y equidad, en el fondo podemos rechazar lo femenino en nosotras inconscientemente:
Nos molesta la menstruación.
Nos quejamos de la menopausia.
Nos incomoda el cuerpo cíclico, que cambia, que necesita pausas.
Hemos asociado lo femenino con debilidad, lentitud, caos…
y sin quererlo, hemos querido ser mujeres funcionando como hombres lineales.
Y en ese rechazo, también se cuela mamá.
No ella como persona —quizá la amamos profundamente—
sino lo que representa: lo que nos mostró que era “ser mujer”.
Definitivamente para cada una es distinto, pero estos son ejemplos de lo que pudo haber sido esa imagen:
Una imagen de ser una mujer agotada, poniéndose siempre al final, comiendo frío.
O quizá callando para no incomodar, cargando sola.
Tal vez, amando desde el sacrificio.
Nos enseñaron a celebrarla por eso. Solo basta con ver frases del día de las madres que hemos normalizado con todo esto detrás.
Nos enseñaron a agradecerle por todo lo que dio, incluso lo que no tenía.
Y obviamente si, y super si, es algo que agradecer.
Y también es cierto que hizo lo mejor que pudo, eran otras épocas, eran otras costumbres, no había tanta información como hoy. Y fue perfecto.
Y sí… todo lo que hizo vino del amor más profundo y puro de una madre.
Pero también es momento de decirlo:
podemos agradecer, honrar, amar y respetar toda su maternidad, tal cual fue o es.
Pero enaltecer el sacrificio no puede seguir siendo nuestro estándar de amor.
Solo tu sabes cómo es/fue esa imagen y qué aspectos pueden estar caducando.
Sanar a mamá no es cambiarla.
No es esperar que se dé cuenta.
Ni que nos pida perdón.
Es mirar con verdad… y desde ahí, elegir diferente si es necesario.
Es reconciliarnos con lo femenino dentro de nosotras:
Esa parte suave, sabia, intuitiva, cíclica.
Esa que también se cansa.
Que siente.
Que necesita tiempo.
Y que merece ser cuidada, escuchada, honrada.

No necesariamente por los demás, primeramente por nosotras mismas.
Lo que recibamos del exterior, será directamente proporcional a la medida en que nosotras mismas nos cuidemos, escuchemos y honremos nuestra vida.
Porque si no lo hacemos, vamos por la vida queriendo igualdad, pero rechazando todo lo que representa nuestra energía femenina.
Y lo paradójico es que, en medio de ese rechazo, muchas veces terminamos criando desde el extremo opuesto:
ausentes, hiperproductivas, desconectadas…
mientras nuestros hijos son acompañados por YouTube, por las redes sociales, por pantallas que no saben sostener su emoción.
No es juicio.
Es una invitación.
Una que no viene desde el deber ni de la perfección… sino desde el amor:
Volvamos al centro.
No para hacer más, sino para estar más.
No para ser perfectas, sino para ser presentes.
Porque celebrar a mamá también puede ser elegir desde un nuevo lugar cuando nuestro mismo ser nos lo pide.
Puede ser honrar, agradecer y amarla con todo lo que nos dió y no nos dió por que fue perfecto para nosotras. Y también puede ser eligiendo desde un nuevo lugar, tomar toda la fuerza de nuestro linaje femenino para hacer las cosas diferente.
El linaje femenino como una fuerza viva que evoluciona contigo
Por otro lado podemos creer que el linaje es una carga, algo que hay que “sanar” porque está lleno de dolor, sacrificio, carencia o abandono.
Pero el linaje también es vida que quiso seguir.
Es sabiduría que se ocultó para sobrevivir.
Es amor que, aunque distinto o mudo, insistió en llegar hasta ti.
Y lo más esperanzador:
el linaje se transforma contigo.
Cada vez que eliges algo nuevo, aunque sea pequeño —una pausa, un límite, una caricia hacia ti misma—, estás reescribiendo la historia no solo para adelante, por todas esas mujeres que vendrán, sino también hacia atrás.
Porque el tiempo del alma no es lineal.
Cuando tú sanas, ellas también descansan.
Cuando tú recuerdas tu valor, ellas recuperan el suyo a través de ti.
Y cuando te eliges desde el amor a ti misma, no lo haces sola: lo haces con todas ellas detrás de ti, finalmente en paz.
“Gracias, gracias, gracias mamá. Hoy me atrevo a hacerlo distinto desde el amor. Y ese es mi homenaje para ti y todo nuestro linaje femenino, te amo”.
Con amor,

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