La conexión con nuestros hijos: un lazo que evoluciona
Hay un momento en la maternidad en el que sentimos que algo cambia. Nuestros hijos, que antes nos buscaban para todo, empiezan a retraerse, a responder con monosílabos y a preferir la compañía de sus amigos o la privacidad de su mundo. La adolescencia llega con una aparente distancia, y es fácil preguntarnos:
¿Será que ya no me necesita? ¿Estaré perdiendo la conexión con él?
Pero hay algo importante que debemos recordar: aunque nuestros hijos crezcan, la necesidad de cercanía, guía y comprensión no desaparece. Simplemente cambia la forma en que se expresa.

Escuchar más allá de las palabras
A veces, en la adolescencia, el lenguaje cambia. Lo que antes era un "Mamá, ¿me ayudas?" ahora puede convertirse en un silencio o en un "Déjame en paz". Pero detrás de esas respuestas muchas veces hay emociones que aún no saben expresar.
Aquí es donde nuestra sensibilidad juega un papel clave. Podemos aprender a leer entre líneas, a notar lo que su mirada, su tono de voz o su energía nos están diciendo. Quizás detrás de un "Estoy bien" hay cansancio, detrás de un "No quiero hablar" hay confusión, y detrás de un "No me importa" hay miedo al rechazo.
No se trata de presionar ni de interpretar por ellos, sino de estar atentas, de sostener la presencia sin invadir, de demostrar con nuestras acciones que seguimos ahí. Y desde el amor y nuestra intuición, quizá podamos incluso preguntarles qué pasa.
La importancia de escucharnos primero
Para conectar con nuestros hijos, primero necesitamos estar en contacto con nosotras mismas.
¿Cómo podemos sostener sus emociones si nuestras propias necesidades están desbordadas?
Muchas veces, la prisa del día a día nos hace desconectarnos de lo que sentimos. Nos frustramos cuando no nos responden como quisiéramos, cuando parecen indiferentes o cuando sentimos que no estamos haciendo suficiente.
Pero la empatía empieza por dentro. Tomarnos momentos para respirar, para descansar, para validar lo que nosotras también estamos sintiendo, nos permite responder desde la calma en lugar de la reacción. No se trata de ser "la madre perfecta", sino de ser una madre presente, con la capacidad de sostener su mundo sin perdernos en el proceso.
Estar presentes sin necesidad de controlar
Muchas veces creemos que conectar significa intervenir, solucionar o dar consejos en todo momento. Pero en la adolescencia, lo que más necesitan es sentirse respetados en su espacio, sabiendo que pueden acudir a nosotras sin miedo a ser juzgados o corregidos de inmediato.
A veces, la conexión más profunda ocurre en los momentos más simples: cuando estamos en la misma habitación sin forzar la conversación, cuando les preguntamos algo sin esperar una respuesta inmediata, cuando validamos su sentir en lugar de apresurarnos a dar soluciones.
Un simple "Te noto un poco distinto hoy, ¿cómo te sientes?" puede abrir la puerta a una conversación honesta. Y si la respuesta es un "Nada" o un "No sé", respetarlos y quizá intentar en otro momento. Lo importante es que sepan que seguimos aquí.
Ejercicio: Volver a nuestra sensibilidad para conectar mejor
Antes de intentar entender a nuestros hijos, es importante recordar cómo se siente ser adolescente. Este ejercicio te ayudará a conectar con esa sensibilidad y empatía, permitiéndote ver a tu hijo desde un lugar más comprensivo y amoroso. Puedes hacerlo a solas y compartirlo con tu pareja para reflexionar juntos. O, si tu situación es diferente, también puedes compartirlo con el papá de tus hijos.
Tómate un momento, respira profundo y responde honestamente:
¿Recuerdas una vez en tu adolescencia en la que te sentiste fuera de lugar?
¿Qué emociones viviste en ese momento?
¿Qué te hubiera gustado escuchar en ese instante?
¿Cómo reaccionas cuando tu hijo quiere hacer algo diferente a lo que esperabas de él?
¿Qué pensamientos surgen en ti?
¿Desde dónde nace esa reacción?
Si tu hijo pudiera expresar con total libertad quién es, ¿qué crees que diría?
¿Lo conoces realmente desde su esencia o desde tus expectativas?
Escribe tres cosas que hace bien y tres cosas que sientes que no hace bien.
¿Cómo te sientes al escribir lo que sientes que no hace bien?
¿Te genera frustración, preocupación o tal vez miedo?
Cuando le resaltas solo lo que sientes que no hace bien, ¿cómo crees que se siente?
¿Cómo podrías equilibrar mejor la forma en que le das retroalimentación?
Este ejercicio no busca generar culpa, sino abrir un espacio de reflexión para que puedas reconocer tus propias necesidades y emociones. Desde ahí, será mucho más fácil entender que tu hijo también las tiene, aunque sean diferentes a las tuyas. Y cuando le ofreces lo que necesita desde esta sensibilidad, la conexión se transforma.
La energía de la Puerta 19: sensibilidad como puente de conexión
Esta semana, el Sol ilumina la Puerta 19 en el Diseño Humano, una energía que nos impulsa a buscar intimidad y cercanía desde una profunda sensibilidad a nuestras propias necesidades y las de los demás.
Como mamás, podemos aprovechar esta energía para afinar nuestra percepción, para conectar desde el respeto y para fortalecer la empatía con nuestros hijos. A veces, ellos no pueden decirnos directamente qué necesitan, pero nuestra sensibilidad puede guiarnos a intuirlo.
Tal vez lo que más anhelan no es que resolvamos sus problemas, sino que los veamos, los escuchemos y los acompañemos sin presión. Que sientan que, aunque sus mundos cambien, nuestro amor sigue siendo un lugar seguro al que siempre pueden volver.
Sanar, reparar y fortalecer el vínculo
A veces, la culpa nos pesa. Nos reprochamos los errores del pasado, los momentos en los que quizás no supimos responder con paciencia, las veces que nos sentimos desconectadas. Pero
la conexión no se construye desde la perfección, sino desde la autenticidad.
Pedir perdón cuando nos equivocamos, reconocer cuando pudimos haberlo hecho mejor y mostrarnos abiertas a cambiar, enseña más que cualquier consejo. Un simple "Sé que a veces puedo parecer dura, pero quiero que sepas que estoy aprendiendo a escucharte mejor" puede ser el inicio de una nueva forma de relacionarnos.
Nunca es tarde para acercarnos
El lazo con nuestros hijos no desaparece con la adolescencia, solo cambia de forma. Puede que hoy nos necesiten de manera distinta, pero siguen necesitando nuestra presencia, nuestra escucha y nuestro amor incondicional.
A veces, la mayor muestra de amor es simplemente seguir aquí, con paciencia, con sensibilidad y con la certeza de que, aunque el camino de la conexión cambie, siempre hay maneras de recorrerlo juntas.
Conectar con nuestros hijos no significa dejar de guiarlos. Al contrario, cuando nos sentimos vistas y comprendidas, estamos más abiertas a recibir orientación. Lo mismo pasa con ellos. La conexión no reemplaza la disciplina, sino que la hace más efectiva. Porque cuando saben que los escuchamos y los entendemos, es más probable que también estén abiertos a escuchar y aprender de nosotras.
Antes de reaccionar, SIENTE: la verdadera conexión con tu hijo empieza en ti.
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