Aprender a Escuchar Lo Que Aprieta
- 29 jun
- 3 Min. de lectura
A veces todo parece estar en orden.
La decisión tiene lógica, el momento es “el adecuado”, el entorno acompaña…
Pero algo adentro no fluye.
No es miedo.
No es resistencia mental.
Es una incomodidad sutil, a veces física, a veces energética, que no sabes explicar con palabras, pero que sabes que está ahí.
Puede que el cuerpo se cierre.
Que aparezca un cansancio repentino.
Que te cueste concentrarte.
O simplemente… que no tengas ganas.
Y aunque intentes convencerte con argumentos,
hay una parte de ti que no se mueve.
La fricción interna no es el enemigo
Tendemos a ver esa fricción como un obstáculo.
Algo que hay que vencer, superar, silenciar o incluso resistir.
Pero ¿y si no es un problema?
¿Y si es una señal?
Una forma sabia, aunque incómoda, en la que el cuerpo te dice: “Por aquí no… o no todavía.”

La mente puede decirte “sí” desde la urgencia, pero el cuerpo solo responde desde la verdad.
¿Cómo se siente esa fricción?
Aunque cada cuerpo lo expresa distinto, podrías reconocerla en sensaciones como:
Un nudo en el estómago cuando hablas con alguien.
Una tensión en el pecho antes de enviar un mensaje.
Un apretón en la mandíbula al pensar en un compromiso.
O simplemente un "no sé por qué, pero esto no se siente bien".
No necesitas entenderlo todo para honrarlo. Solo estar dispuesta a sentir.
No toda incomodidad es la misma
Una cosa es el nervio de hacer algo que te expande. Y otra muy distinta es esa sensación densa, pesada, que no te deja avanzar.
Aprender a diferenciarlo es un arte… y una práctica.
¿Cómo saberlo?
Observa si, al tomar una pausa, aparece más claridad o más presión. Si después de descansar, el impulso regresa… o no. Si al imaginarte dando ese paso, el cuerpo se abre… o se cierra más.
No todas respondemos igual ante el movimiento o la pausa. Hay quienes necesitan probar con el cuerpo. Otras, sentir la emoción más estable. O imaginar el futuro en su mente antes de avanzar.
La forma de reconocer la claridad es única en cada una. Y por eso, escucharte, de verdad, es la guía más confiable que tienes.
Tu cuerpo no se equivoca. A veces se protege… y siempre se comunica contigo.
La fricción interna es una invitación.
No para forzarte.
Sino para escucharte con más honestidad.
Quizás aún no es el momento.
Quizás hay algo que necesitas ver con otros ojos.
O simplemente… soltar.
Porque cuando algo no fluye adentro, no se trata de empujar más afuera. Se trata de mirar, respirar… y volver a ti.
Deseo que cada vez que algo se sienta distinto en tu cuerpo, recuerdes que no está en tu contra… sino mostrándote el camino hacia tu mayor y más alto bien.
Que esta sabiduría viva en ti… y florezca cuando estés lista para verla.
Estamos juntas en este camino de regreso a casa.
Y si alguna señal en tu cuerpo sigue hablándote, pero no sabes cómo leerla…
Estoy aquí para acompañarte a descifrarla con amor y presencia.
A veces, todo cambia cuando te das el permiso de mirar más profundo, con otra guía a tu lado.
Con amor,

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