Perdonarte a Ti Misma
- 13 oct
- 3 Min. de lectura
🎧 Aquí puedes escuchar el audio del episodio: AQUÍ 👈👈
📺 Y aquí ver el video en YouTube: AQUÍ 👈👈
A veces creemos que necesitamos perdonar para estar en paz… pero lo que más necesita perdón es la forma en la que nos juzgamos a nosotras mismas.
A veces creemos que la paz llega cuando perdonamos a alguien más.
Pero si miramos más profundo, muchas veces lo que realmente buscamos no es paz,
sino recuperar el control sobre algo que nos dolió.
La culpa aparece justo ahí, disfrazada de responsabilidad.
Nos dice: “Si hubieras hecho esto diferente, no habría pasado.”
Y sin darnos cuenta, nos volvemos juezas duras de nuestras propias decisiones.
La mente repite la escena una y otra vez,
buscando una versión diferente de nosotras mismas que no existe.
Pero tu ser no busca corrección.
Busca comprensión.
Y cuando empezamos a mirarnos con ternura, algo dentro se suaviza.
Hace poco, una mujer me dijo algo que resume lo que muchas sentimos:
“Me siento súper culpable, no sé por qué lo hice. Repito la historia en mi cabeza y me da coraje la decisión que tomé.”
Ella había actuado con amor, con consciencia, con las mejores intenciones.
Pero aun así, algo dentro la castigaba.
Y es que la culpa no siempre viene del error,
sino del deseo de haber controlado lo que no podíamos.
Nos cuesta aceptar que hicimos lo que pudimos con lo que sabíamos.
Queremos haber sabido más, haberlo visto antes, haberlo hecho mejor.
Pero el perdón hacia ti misma no nace del arrepentimiento,
sino de la ternura.
De poder mirar a esa versión tuya que actuó desde el miedo y decirle:
“Ya está bien.
Hiciste lo que pudiste.
Y mereces paz.”
La culpa mira hacia el pasado con juicio.
La responsabilidad mira hacia el presente con conciencia.

La culpa dice: “Yo causé esto.”
La responsabilidad dice: “Yo puedo aprender de esto.”
Una te encierra, la otra te expande.
Cuando eliges responsabilidad, sueltas el castigo y abres espacio para el crecimiento.
Y eso cambia completamente la energía con la que te miras.
Perdonarte no significa olvidar.
Significa reconciliarte con quien eras.
Agradecerle por haberte traído hasta aquí,
aun cuando no lo hizo perfecto.
Te dejo un ejercicio poderoso:
Busca un momento tranquilo.
Toma una hoja y escribe una carta a esa versión de ti que juzgas o culpas.
Empieza con algo como:
“Querida yo de ese momento…”
Y escríbele desde el corazón:
“Ahora entiendo por qué actuaste así.” “Solo querías amor.” “No sabías hacerlo de otra manera.”
Cuando termines, léela en voz alta.
Escuchar tus propias palabras activa algo profundo.
Es un acto de liberación y ternura hacia ti.
Cierra con esta frase:
“Te perdono, no porque te equivocaste, sino porque mereces estar en paz.”
A veces pensamos que seguimos en conflicto con alguien,
pero en realidad seguimos en conflicto con una parte de nosotras mismas.
Esa persona, esa historia, solo despierta lo que aún no hemos abrazado.
No se trata de soltar al otro,
sino de dejar de pelear con la versión de ti que creyó que debía hacerlo mejor.
Cada vez que te abrazas adentro, algo se libera afuera.
Porque el perdón profundo no libera al otro:
te libera a ti del papel de “la que carga con todo”.
Quizás gran parte de tu vida te has exigido demasiado.
Has creído que ser fuerte es no fallar.
Que sanar es no volver a caer.
Pero la autoexigencia no es amor.
La compasión sí.
Y la verdadera transformación llega cuando puedes mirarte con la misma ternura
con la que mirarías a alguien que amas profundamente.
El perdón no borra lo que pasó,
pero sí reconcilia tu relación contigo misma,
te devuelve suavidad, ligereza y presencia.
No te perdonas para liberarte del error,
te perdonas para reconocerte humana.
Porque todo lo que hiciste, incluso lo que ahora te duele,
fue parte del camino que te trajo hasta aquí.
Hoy puedes soltar la exigencia y abrazarte con ternura.
El perdón que más libera…
es el que te devuelve a ti.
Con amor,

Si te compartieron este blog y te gustaría recibirlo cada semana, puedes registrarte AQUÍ 👈👈




Comentarios