La Herencia Invisible que Sigue Viva en Nosotras
- 11 may
- 3 Min. de lectura
No importa cómo haya sido tu relación con mamá:
amorosa, divertida, desafiante, cercana o lejana…
hay algo que todas compartimos:
venimos de una mujer.
Y, de una forma u otra, ella vive en nosotras.
En lo que valoramos.
En lo que repetimos sin notarlo.
En lo que decidimos hacer diferente.
En lo que aún estamos descubriendo de nosotras mismas.
La energía de mamá habita en cada célula de nuestro cuerpo,
incluso si ella ya no está físicamente.
Fue nuestro primer hogar.
Nuestro primer lazo.
Nuestro primer contacto con lo femenino.

Y por eso, honrar a mamá puede ser mucho más que celebrarla un día al año.
Puede ser también mirarla con conciencia.
Sentir lo que dejó como huella.
Y, desde ese amor profundo que sentimos —aunque a veces venga con silencios, diferencias o nostalgias—
elegir qué queremos hacer con todo eso.
Muchas veces creemos que “sanar a mamá” solo aplica para quienes tuvieron una relación difícil,
o para quienes aún cargan cosas no resueltas.
Pero la verdad es que todas estamos en relación con ella,
aún si ya no está o si nuestra relación es maravillosa.
Sanar no es “arreglar lo que estuvo mal”.
Sanar es reconocer lo que fue, y actualizar cómo lo llevamos hoy dentro de nosotras.
Porque sí: podemos haber hecho años de terapia.
Podemos sentirnos en paz.
Podemos admirarla y agradecerle profundamente.
Y aún así, descubrir que hay pequeñas cosas que seguimos haciendo en automático…
porque así aprendimos a sobrevivir, a amar, a cuidar, a maternar.
Y eso no significa que algo esté mal en nosotras.
Significa que estamos vivas, conscientes… y evolucionando.
A veces nos pasa que después de “trabajar a mamá” sentimos frustración, enojo o tristeza si algo se activa otra vez.
Como si se suponiera que ya no “debería” doler o movernos.
Y ahí viene el juicio interno:
“¿Por qué sigo sintiendo esto si ya lo sané?”
Pero la verdad es que el vínculo con mamá es una espiral, no una línea recta.
Y cada vez que damos otra vuelta, lo hacemos desde un nuevo lugar de conciencia.
Las experiencias con ella —desde las más bellas hasta las más retadoras—
son parte de nuestros cimientos aquí en la tierra.
Y cuando no les damos espacio, lo no dicho puede quedarse en forma de síntoma.
A veces el síntoma es físico.
Otras veces, aparece en cómo reaccionamos, en las relaciones que atraemos,
en cómo nos sentimos con nuestro cuerpo o en cómo habitamos nuestros límites.
La realidad es que hay infinitas posibilidades,
porque mamá está tan intrínsecamente dentro de nosotras,
que tenemos toda una vida para ir resignificando, a medida que nuevas etapas, vínculos o desafíos nos lo revelan.
No se trata de resolverlo todo de una vez.
Se trata de ir mirando, paso a paso,
lo que emerge en el momento justo para ser abrazado con más conciencia y amor.
No se trata de culpar. Se trata de ver con nuevos ojos, para poder elegir diferente.
¿Qué aprendí de mi madre… y qué me estoy atreviendo a hacer distinto?
Esa simple pregunta puede abrir una puerta inmensa.
No porque haya algo mal con lo que ella hizo,
sino porque estamos en otro momento de la historia.
Con más herramientas.
Con otra conciencia.
Con otras necesidades… y otros retos.
Y lo que hoy necesitamos no invalida lo que ellas hicieron. Solo nos recuerda que estamos aquí para seguir el camino… y también para renovarlo.
Y con el deseo genuino de hacerlo desde otro lugar.
La sanación, si queremos llamarla así, no es un evento aislado.
Es una elección cotidiana, instante a instante.
Es ese momento en el que, en lugar de reaccionar como siempre,
decides respirar y elegir desde tu centro.
Es cuando te das una pausa, un límite, una caricia…
y lo haces desde el amor, no desde el deber.
Y si tú también eres mamá,
sabes que nuestros hijos nos enseñan cada día.
Nos muestran lo que ya estamos listas para ver.
Y nos regalan la oportunidad de seguir creciendo… mientras guiamos.
Honrar a mamá desde un nuevo lugar es agradecerle por su camino, y también tener el coraje de andar el nuestro.
Con respeto.
Con amor.
Con esa semilla de conciencia que transforma todo lo que toca.
Porque ella es parte de mi historia.
Y yo… también soy parte de su legado.
Con amor,

Si te compartieron este blog y te gustaría recibirlo cada semana, puedes registrarte AQUÍ 👈👈
Comments