Tu Eres el Tesoro que Buscas
- 13 abr
- 3 Min. de lectura
Acabo de cerrar una sesión de la maestría.
Hoy me tocó pasar al frente y aprender, mientras profundizo en mi árbol… en mi historia.
O más bien, ¿en la historia que me he contado?
Descubrir cuánto de nuestras historias es verdad, y cuánto ha sido romantizado o moralizado para no ser juzgados, es sorprendente. Por semanas he visto pasar varios árboles, incontables historias… y lo más poderoso: la resistencia que a veces tenemos a ver lo que realmente es.
Por supuesto que es mucho más fácil verlo desde afuera. Ese punto ciego de nuestra propia experiencia se me hace fascinante: poder abrirte a escuchar, luego tener la delicadeza de dejarlo reposar, dejarlo ser, integrarlo… y poder finalmente abrazarlo.
Al final del día, esto me confirma que los “problemas” que vivimos no están tanto en las circunstancias, sino en la perspectiva con la que las vemos. Y en esa mirada aprendida—que muchas veces nos protege, pero también nos limita—se nos olvida lo más simple y esencial:
En realidad, no se trata de “sanar” algo… Se trata de quitar todo lo que nos impide SER libremente.

¿Y si tú eres el tesoro que estás buscando?
Desde pequeñas, nos enseñaron a mirar hacia afuera—consciente o inconscientemente y en diferentes circunstancias—buscando afuera lo que ya vivía dentro de nosotras.
A buscar aprobación, amor, respuestas, seguridad… incluso a Dios, allá lejos.
Nos dijeron que si hacíamos las cosas bien, si seguíamos las reglas, si éramos buenas, entonces mereceríamos ser amadas. Que si nos esforzábamos lo suficiente, algún día llegaríamos a ser felices, completas, plenas.
Y así crecemos: creyendo que lo que más anhelamos está en otro lugar, en otro momento, en otra persona.
Nos volvemos exploradoras incansables del mundo exterior, olvidando que el mapa siempre apuntó hacia adentro.
Hasta que un día, después de buscar tanto… algo se rompe. Ese rompimiento puede verse de muchas formas: un evento inesperado, una depresión, ansiedad, insomnio, una somatización en el cuerpo, algún tema con un familiar, etc.
Y en ese vacío, en ese cansancio del alma, aparece una sospecha:
¿Y si lo que estoy buscando… ya vive en mí?
Y es eso justo lo que la clase de hoy me recordó.
Por eso lo escribo hoy: para recordármelo al compartirlo contigo.
Volver a ti no es rendirse. Es recordar.
Recordar quién eras antes de que te dijeran en quién debías convertirte. Volver a ti es dejar de correr, dejar de demostrar, dejar de mendigar migajas de valor… y permitirte habitarte con todo lo que eres.
No se trata de convertirte en alguien nueva, sino de soltar lo que ya no eres. De quitar las capas que la vida, la cultura y las heridas fueron construyendo sobre tu esencia.
Esas historias que te cuentas y que parecen permanentes… no lo son.
Está en tí dejar de contártelas.
De mirarte con ternura y decirte: “Aquí estás. Nunca te fuiste. Solo estabas esperando que te recordara.”
Cuando entiendes que tú eres el tesoro, ya no compites, no te comparas, no corres desesperada por llegar.
Ya no sientes que necesitas "sanar" algo, porque creer eso es partir de la idea de que hay algo mal en ti.
Y no lo hay.
Solo queda disolver esa perspectiva que ya caducó.
Porque sabes que todo lo que buscabas—amor, conexión, sabiduría, poder—ya estaba en ti. Solo necesitabas dejar de buscar para empezar a encontrarte.
Este camino de regreso no se recorre con pasos hacia afuera, sino con presencia, escucha y compasión.
No necesitas hacerlo sola.
Pero sí necesitas permitirte empezar.
Hoy, te invito a hacer una pausa. A cerrar los ojos.
Y preguntarte con honestidad:
¿Qué parte de mí he olvidado ver como valiosa?
¿Dónde estoy buscando fuera lo que ya vive en mi interior?
¿Qué cambiaría si recordara que yo soy el tesoro?
Porque lo eres. Siempre lo has sido. Solo estabas cubierta por una historia que hoy… ya puedes empezar a soltar.
Tu eres el tesoro que buscas.
Con amor,

Si te compartieron este blog y te gustaría recibirlo cada semana, puedes registrarte AQUÍ 👈👈
Comments