¿Y Si Tus Hijos No Necesitan Cambiar, Sino Ser Vistos?
- 20 abr
- 4 Min. de lectura
Esta semana, que muchos estamos en convivencia 24/7 con nuestros hijos —y probablemente la próxima también por Semana de Pascua—, hay momentos en los que, entre risas, ruido, cansancio y rutinas rotas, podemos detenernos y pensar:
“¿Por qué reaccioné así?”
“¿Por qué me desespera tanto cuando hace eso?”
“¿Por qué siento que a veces no lo entiendo?”
Y no es que no lo ames.
Es que a veces, sin darte cuenta, estás criando desde una idea, no desde la presencia.

Desde lo que aprendiste que “debería ser”.
Desde lo que te dijeron que era "educar bien".
Desde lo que imaginaste cuando pensaste en el "tipo de mamá" que querías ser.
Y cuando la realidad no encaja con esa imagen —cuando tu hijo no responde como esperabas, no actúa como pensabas, no siente como tú—, surge la frustración, el juicio… y muchas veces, la culpa.
La mayoría de nosotras creció en entornos donde el amor estaba muy condicionado a “portarse bien”, “hacer caso”, “no dar problemas”.
Cargamos inconscientemente esas ideas.
Y aunque queramos criar distinto, muchas veces terminamos reaccionando igual.
Porque lo hacemos desde lo que conocemos.
Desde lo que heredamos.
Desde lo que no hemos cuestionado.
¿Pero qué pasaría si te dieras permiso de soltar esa imagen de cómo “debería ser tu hijo”?
¿Qué pasaría si lo miraras con ojos nuevos, como si lo estuvieras conociendo por primera vez?
Quizá verías que eso que te desespera, en realidad es parte de su forma natural de moverse por el mundo.
Que no es flojera, es otra manera de enfocar su energía.
Que no es rebeldía, es un impulso genuino por explorar su autonomía.
Que no es frialdad, es una forma diferente de procesar lo emocional.
Y entonces, en lugar de reaccionar… podrías mirarlo desde un nuevo lugar, y empezar a relacionarte con él desde ahí.
Conocer a tu hijo va mucho más allá de saber su comida favorita o su serie preferida.
Es ver lo que no siempre dice.
Es entender cómo siente, cómo piensa, cómo decide.
Es reconocer que su manera de ser no está equivocada, solo es distinta a la tuya.
Y eso lo viví en carne propia.
Yo creía que uno de mis hijos era un poco “atrabancado” —como que todo lo hacía rápido, sin pensar mucho. Y al otro lo sentía más “pasivo” —como si le faltara iniciativa o empuje.
Sin darme cuenta, los estaba etiquetando desde un lugar de total ignorancia.
Hasta que entendí que uno tiene una energía naturalmente más iniciadora, de acción, de crear, de ser pionero, y que el otro tiene una energía más reflexiva, capaz de ver patrones, de organizar, de orquestar.
Y ese simple cambio de perspectiva lo cambió todo.
Porque cuando conocí cómo funciona su energía, pude dejar de exigirle al niño reflexivo que actuara con prisa, y también dejé de frenar al niño pionero que quería lanzarse al mundo.
Y entonces ya no los vi como “el intenso y el pasivo”.
Los vi como son: distintos, únicos.
Y algo más que he aprendido en este camino es que parte de conocer de verdad a nuestros hijos, es aprender a respetar su individualidad.
A dejarlos de ver como extensiones de nosotras.
A dejar de moldearlos para que encajen con nuestra forma de pensar, de hacer, de sentir.
Porque aunque los guiamos —porque claro que están aprendiendo—, no están aquí para ser mini-nosotras.
Ellos traen sus propias formas.
Su propia mirada del mundo.
Su manera única de vivir la vida.
La evolución de un nuevo nivel en nuestro árbol.
Y nuestro verdadero reto no es cambiarlos, ni corregirlos, ni opacarlos, sino sostener su autenticidad con amor, con límites sanos, y con profundo respeto.
Y desde ahí, empiezas a acompañarlos desde un nuevo lugar.
A verlos de verdad.
Guiándolos de forma única a cada uno… y también desde TU forma única de ser.
Porque si algo tengo claro, es esto:
tú eres la mamá perfecta para ellos.
Tal y como eres.
Con tu historia, tu forma de sentir, tu manera de mirar la vida.
Y conocerlos mejor no es para cambiarte, ni para darles siempre por su lado,
sino para que te expandas… y confíes aún más en ti.
Y sé que no va a ser perfecto, pero sí con una claridad mucho más profunda.
Con un mapa que creíamos que no existía…
y que, junto con tu intuición como su madre —esa que siempre llevarás contigo—,
te da un norte poderoso que te guiará
y te dará la fuerza para acompañarlos desde esa certeza, con presencia…
y de forma mucho más auténtica.
Si en el fondo sientes que hay algo que no estás viendo con claridad…
Si te frustra no saber cómo acompañarlo sin sentir que lo estás corrigiendo todo el tiempo…
Si quieres criar desde el respeto pero no sabes cómo hacerlo con el hijo que tienes, no con el que imaginaste…
El Diseño Humano puede ayudarte a mirar más allá de la conducta.
A ver su energía. Su mapa interno. Su forma de estar en la vida.
No para etiquetarlo.
Sino para comprenderlo.
Y desde ahí, acompañarlo y verlo con todo tu amor...
pero también con más claridad, más confianza y más aceptación.
Si esto es algo que resuena contigo,
estaré feliz de acompañarte a conocerlo,
puedes conocer más detalles 👉 [AQUÍ].
Con amor,

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