Libera al Personaje de la Historia que Dolió
- 27 oct
- 4 Min. de lectura
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Ya viste el mensaje, ya te perdonaste por haberte puesto en esa situación
consciente o inconscientemente pero sigue habiendo un juicio
hacia el mensajero o hacia el otro personaje que estuvo en esa experiencia incómoda y quizá dolorosa para ti.
Bienvenida al último blog de la serie "El Arte del Perdón".
Ya hablamos sobre "Las Trampas del Perdón", "El Perdonarte a ti Misma" y "Ver al Otro Como Espejo".
Pero la verdad es que cuando hubo algún evento en el que alguien dijo o no dijo,
hizo o no hizo algo que te hubiera gustado que sucediera
o como te hubiera gustado que sucediera,
hay una parte que está faltando reflexionar para que te liberes por completo de esa situación.

Para soltar esas emociones hacia la otra persona
si es que aún quedan después de lo que has trabajado en los otros episodios.
Y es que la verdad es que no hay nada que perdonar
pero si hay una reflexión importante pendiente.
Esa reflexión tiene mucho que ver con la perspectiva desde la cual vez eso que pasó.
Por que cuando la vives o la estas reviviendo cada vez que te acuerdas de ella
o que lo platicas lo estas viendo desde una perspectiva muy cerquita
que no alcanzas a ver todo, especialmente por el dolor que transitas.
Así hoy quiero hablarte de ese instante en el que te das el espacio
para observar toda la historia desde arriba,
desde una perspectiva mucho más amplia,
de ese momento en el que logras alejarte un poco de ella
y empiezas a ver todo diferente.
Donde la vida deja de dividirse entre culpables e inocentes,
y simplemente ves almas, seres…
jugando sus papeles (como ya vimos, honrando contratos),
aprendiendo y recordando quiénes son.
Quiero platicarte algo que viví hace varios años.
No fue un momento extraordinario… al contrario.
Fue algo muy cotidiano.
Pero cambió completamente mi forma de ver el perdón.
Había alguien en mi vida que me había lastimado profundamente.
No fue una algo grande y contundente,
Fue algo más sutil…
pequeñas acciones que se repitieron muchas veces.
Durante mucho tiempo quise perdonarla.
Hacía todo lo “correcto”: escribía cartas, hacía ejercicios, repetía frases de liberación.
Decía: “Te perdono, te dejo ir.”
Pero en el fondo, seguía sintiendo un algo que todavía dolía.
Un día, sin buscarlo, la vida me puso frente a su historia.
Su infancia, sus miedos, lo que había vivido en su casa,
y la forma en que aprendió a sobrevivir.
Mientras la escuchaba,
algo dentro de mí hizo click.
Y en ese momento lo entendí.
No desde la mente,
sino desde el corazón.
Entendí que, si yo hubiera vivido su historia,
con sus padres, sus heridas, sus creencias,
habría hecho exactamente lo mismo.
No como justificación,
sino como una integración muy profunda.
Y ahí… lo vi todo diferente, fue como un aha moment y se disolvió la necesidad de perdonarla.
Porque ya no había juicio ni ofensa, más bien había una comprensión profunda.
Cuando comprendemos de verdad,
el juicio pierde fuerza.
El perdón deja de ser una necesidad,
y mas bien se convierte en una compasión.
El amor no necesita perdonar,
porque comprende.
Comprender no significa estar de acuerdo,
ni permitir abusos,
ni negar lo que sucedió.
Comprender significa mirar con los ojos del alma,
no con los del ego.
Significa ver el miedo detrás de la ira,
la herida detrás de la indiferencia,
la necesidad de amor detrás del control.
Todos actuamos desde el nivel de conciencia que tenemos en ese momento.
Desde el grado de luz —y de sombra— que somos capaces de sostener y de aceptar.
Y cuando te das cuenta de eso,
ves que tú también haces lo mismo.
Que también reaccionas,
que también hieres,
que también amas como sabes hacerlo,
con las herramientas que tienes en ese momento.
Entonces, ya no hay “víctima” y “culpable”.
Ya no hay separación y aparece:
la unidad.
Desde la unidad, no hay “tú” y “yo”.
Solo hay “nosotros”.
Dos almas cruzándose para reconocerse,
para mostrarse mutuamente lo que aún estaba por sanar.
Y como ya vimos,
ese encuentro que dolió tanto,
fue exactamente lo que necesitabas para recordar quién eres.
No hay un orden exacto, pero todo esto es necesario para liberarnos de
esas historias que dolieron.
Reconocernos en esas personas, comprender que nadie te hace nada,
ver la historia que te cuentas de lo que sucedió desde una perspectiva más amplia
para verdaderamente comprender que tu en su lugar hubieras hecho lo mismo,
no tomarlo personal, pero tampoco dejarlo allí, sino que realmente comprender lo que
te vino a enseñar esa experiencia.
Te dejo el ejercicio de este blog AQUÍ 👈 👈
Una visualización práctica para integrar esto.
El perdón no es un acto, es un estado del alma.
No es decir “te perdono”
sino vivir en comprensión.
Es entender que,
cuando tú cambias la mirada,
todo lo demás cambia también.
Porque lo que llamamos “ofensa”
era solo una escena dentro de un guion más grande.
Precisamente cuando nos alejamos y vemos las
cosas desde una nueva y más amplia perspectiva.
Y cuando terminas de ver la película completa,
ya no puedes odiar al personaje.
Porque entiendes su historia.
Así sucede con la vida.
A veces somos el que hiere,
otras veces el que es herido,
y en ambos papeles, la vida nos invita a amar más profundo.
A mirar más allá del personaje,
y reconocer al alma.
Cuando llegas ahí,
ya no necesitas perdonar.
Solo agradecer.
Agradecer por lo que te mostró,
por lo que despertó en ti,
y por haberte acompañado a recordar que eres
más grande que cualquier historia.
Si hubieras vivido su historia,
habrías hecho exactamente lo mismo.
Esa frase resume el cierre de este camino.
El perdón comienza con el dolor, pero termina en la compasión.
Y en ese punto,
descubres que nunca hubo culpa.
Solo aprendizaje.
Solo almas encontrándose,
reconociéndose,
y aprendiendo a amar.
Gracias por acompañarme en esta serie,
por abrir tu corazón
y mirar tus historias con tanta honestidad.
Llévate contigo esta certeza:
cuando hay comprensión y compasión, el perdón se vuelve innecesario. Porque ya estás en paz.
Con amor,

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